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David Nogués-Bravo: «Cuando nos ponemos a resolver algo somos buenísimos. Pero cuando destruimos, también»

El investigador de la Universidad de Copenhague estudia el pasado para entender la crisis de biodiversidad en el presente e intentar anticipar el futuro. Sostiene que “el crecimiento sin control genera riqueza para algunos, pobreza para otros e incertidumbre para casi todos”.
David Nogués-Bravo. Foto: A. Tabernero/CNIO.

La historia de la vida en la Tierra no ha sido un camino de rosas. A lo largo de miles de millones de años, los habitantes de nuestro planeta se han (nos hemos) enfrentado a todo tipo de amenazas y presiones en una lucha constante por sobrevivir. En cinco ocasiones, los cambios fueron tan serios y tan rápidos que prácticamente eliminaron la vida del planeta. En estos cinco eventos, conocidos como extinciones masivas, al menos el 75% de las especies existentes en aquel momento desaparecieron.

David Nogués-Bravo (Zaragoza, 1975) estudia los datos de la biodiversidad en el pasado para intentar conocer el futuro. Y, sobre todo, para intentar responder a una pregunta: ¿podemos evitar un sexto evento de extinción masiva provocado por nosotros mismos?

Nogués-Bravo se fue a Dinamarca en 2008 a realizar un posdoctorado y se quedó. Ahora tiene su propio grupo de investigación en el Centro de Macroecología, Evolución y Clima de la Universidad de Copenhague. “Aquí estudiamos cómo la biodiversidad responde a diferentes tipos de estrés, como el cambio climático o los cambios en el suelo. Y lo hacemos siempre con una perspectiva global”, explica.

Su línea principal de investigación es la extinción de especies en un contexto de cambio global.

Buscamos entender por qué las especies o los ecosistemas pueden llegar a extinguirse. Estudiamos el pasado para intentar entender qué es lo que va a venir en el futuro. Intentamos encontrar momentos en la historia de nuestro planeta en los que las condiciones pudiesen ser un poco parecidas a las actuales para entender cómo el cambio climático y otros factores dirigen los procesos de extinción de especies.

¿Qué determina el contexto de cambio global actual?

Tenemos cinco factores. Cuatro son clásicos, eran conocidos ya en los años 70 del siglo pasado, los cuatro jinetes del Apocalipsis: los cambios en el uso del suelo y el mar (la deforestación, por ejemplo), la explotación directa de los organismos (como la sobrepesca), las especies invasoras y las extinciones en cascada, que hacen referencia a las relaciones entre especies y cómo la desaparición de una puede tener efectos graves en muchas otras.

A partir de los años 90, empezamos a entender que el cambio climático era otro de esos cinco jinetes. Cada vez tenemos más datos y estudios que confirman la gravedad y la velocidad del cambio climático y su influencia negativa en la biodiversidad.

¿Qué determina que una especie se extinga? ¿O qué determina que sobreviva?

Si tuviera una respuesta absoluta a esa pregunta, podría dejar el trabajo. Hay muchos factores que entran en juego. Tenemos los externos, como los cambios en el entorno, tanto por su magnitud como por su velocidad. El cambio climático, por ejemplo, no solo tiene un impacto por la subida de las temperaturas, sino por la velocidad a la que suben. Cuando las cosas cambian de forma muy rápida, las especies apenas tienen tiempo para adaptarse.

Después tenemos factores propios de cada especie. Cada una tiene una estrategia de vida diferente. Por ejemplo, las especies de gran tamaño y con un tiempo de generación lento, como los elefantes o las ballenas, se adaptan mucho peor a los cambios rápidos que las pequeñas, como las moscas. Si viajásemos 15.000 años al pasado, veríamos un montón de grandes animales que ya no están. Eso es, en gran parte, porque tienen mayores dificultades de adaptación.

¿Cómo encajamos nosotros ahí?

Otro de los factores de extinción que encontramos es la aparición de una presión competitiva que no forma parte de la historia evolutiva de la especie que se extingue. Ahí entramos los seres humanos. El Homo sapiens es la especie de gran mamífero más joven de la Tierra, tiene menos de 300.000 años. Todas las especies a nuestro alrededor, que son mucho más antiguas, se encontraron, de repente, con un nuevo vecino supereficiente a la hora de competir.

Hablaba de las estrategias de vida de cada especie. No se puede decir que la nuestra no haya sido exitosa.

Totalmente. Hubo otras especies de humanos que no sobrevivieron. El Homo sapiens lo hizo y se extendió por el planeta. Eso dice mucho de nuestras capacidades. Cuando nos ponemos a resolver algo somos buenísimos. Pero cuando nos ponemos a destruir algo, también.

Esta estrategia, ¿nos hará morir de éxito?

A veces he usado la metáfora de que somos como un parásito. Pero los parásitos tienen que ser inteligentes, porque si acaban con el animal que parasitan, también acaban muriendo. ¿Hasta qué punto podemos mantener la explotación actual de la biosfera antes de que deje de soportar la vida humana? Estamos en uno de los momentos más críticos de nuestros 300.000 años de historia.

¿De qué manera nos afecta la destrucción de la biosfera?

Los seres humanos somos parte de los ecosistemas. De ellos conseguimos todo lo que nos hace falta: el aire limpio, el agua y la comida. Sin ellos, no podemos sobrevivir. Después está el tema de la salud, como nos enseñó la COVID-19. El mundo natural está lleno de virus y, cuando lo destruimos, entramos en contacto con ellos.

Otro elemento clave es el clima. No es una coincidencia que el gran periodo de expansión del ser humano en los últimos 12.000 años haya coincidido con un momento de gran estabilidad climática en el planeta. Ahora, sin embargo, hemos roto ese equilibrio. ¿Vamos a ser capaces de adaptarnos a los grandes cambios en el clima que llegarán como consecuencia?

La cuestión del equilibrio está relacionado con la de los límites planetarios, investigación en la que también ha participado. ¿Realmente tenemos la capacidad de manejar el planeta hasta el punto de llevarlo más allá de sus límites de seguridad?

Sin duda. La capacidad de apropiarnos de la energía fósil de nuestro entorno y transformarla ha sido capaz de cambiar la química y la física de la atmósfera o de llenarlo todo de plásticos, entre otras cosas. Esto nos ha llevado a transgredir los límites de seguridad del planeta, es decir, a superar los límites dentro de los cuales nosotros mismos estamos seguros.

Foto de Egle Kudirkiene.

Hablando más en concreto de su trabajo, ¿qué significa que hayamos superado el límite de la integridad de la biosfera?

Significa, por ejemplo, que hemos superado las condiciones climáticas que proporcionan seguridad alimentaria o en las que nuestra salud no se ve afectada. También significa que hemos llenado los océanos de contaminantes que después acaban volviendo a nosotros a través de la cadena alimentaria.

Como resultado de nuestras actividades económicas, estamos poniendo en peligro los sistemas que permiten la vida en el planeta. Cuando analizas los cambios de los últimos 30 o 40 años, te das cuenta de que estamos cada vez más lejos de esas condiciones que permitieron que las sociedades humanas surgieran y funcionaran en el pasado.

¿Nos dirigimos hacia un colapso de la biodiversidad?

Esa es la pregunta del millón. Hay una gran controversia al respecto a nivel científico. Hay un grupo de expertos que dice que ya estamos en la sexta extinción masiva. Si comparamos los datos de la pérdida de especies actual con los del pasado, vemos que las tasas de extinción son entre 2.000 y 10.000 veces mayores que lo que sería normal. Son datos que nos ponen muy cerca de lo que podría ser considerado un evento de extinción masiva.

Hay otra parte de la comunidad científica, en la que creo que me incluyo, que cree que aún no estamos en una extinción masiva, pero nos estamos acercando peligrosamente al precipicio. Sea cual sea la situación, no son buenas noticias. Más allá de la salud humana o la seguridad alimentaria, los impactos económicos de la pérdida de biodiversidad también son importantes. En los próximos cinco años se puede perder entre un 3% y un 4% del PIB mundial por este motivo. Y no lo digo yo, lo dicen bancos y organizaciones financieras.

Además, esa pérdida no será igual en todos lados. En África, con una población en crecimiento, una economía muy basada en la naturaleza y mucha presión de los países desarrollados sobre sus recursos naturales, las pérdidas van a ser mucho mayores.

Para ser una crisis de esa magnitud, ¿no está pasando un poco desapercibida?

A nivel científico creo que somos muy conscientes. Los datos son clarísimos. A nivel social, cada vez hay más información y más gente considera que la pérdida de biodiversidad es una crisis. Es cierto también que el cambio climático ha recibido mucha más atención, pero a mí me gusta ver ambas crisis como dos caras de la misma moneda. Son dos crisis absolutamente relacionadas.

“Tenemos que debatir sobre el decrecimiento.”

Una de las líneas principales de su trabajo es estudiar el pasado para intentar predecir el futuro. ¿Podemos saber qué va a pasar si no abandonamos las trayectorias actuales?

Tenemos indicios claros. Contamos con grandes cantidades de datos, hipótesis sólidas y modelos muy sofisticados y validados que nos dicen que de aquí a finales de siglo podemos perder una parte significativa de la diversidad biológica del planeta. Tenemos muy pocas dudas al respecto. Muy pocas dudas.

Puede que no sepamos la cantidad exacta de especies o poblaciones que van a desaparecer o qué zonas van a verse más afectadas. Pero sabemos que si no cambiamos de forma radical las condiciones socioeconómicas que están detrás de la pérdida de biodiversidad y si no implementamos políticas proactivas de adaptación, mitigación y protección, vamos hacia ese precipicio del que hemos hablado antes. Y no va a ser divertido.

Si estamos seguros de esto, ¿por qué no nos estamos preparando?

La pregunta del millón, ¿verdad? En el mundo hay muchos intereses diferentes y no todos se alinean. El crecimiento sin control genera riqueza para algunos, pobreza para otros e incertidumbre para casi todos. Hay quien dice que la pérdida de biodiversidad se puede explicar con tres conceptos: poder, dinero y comida. Tres conceptos alrededor de los que se ha movido la historia de la humanidad desde el principio.

Tenemos mucho en lo que pensar. Hay que buscar fórmulas de desarrollo en las que el crecimiento no lo sea todo y maneras de minimizar impactos. Tenemos que debatir sobre el decrecimiento. Y tenemos que pensar en que esto es una crisis global, aunque la mayoría de los agentes con capacidad de decisión son locales. Necesitamos dar un gran paso en la historia del Homo sapiens: lograr tener una conciencia planetaria y entender que lo que pasa aquí impacta en otros lugares.

¿Estamos a tiempo de hacer algo?

Los científicos transmitimos muchas veces mensajes negativos basados en los datos que obtenemos, mensajes que pueden llevar a la inacción de quien los recibe: si vamos a perderlo todo, para qué cambiar. Los científicos tenemos los datos, las herramientas y los métodos para estudiar los problemas y proponer soluciones. Los ciudadanos tenemos la responsabilidad y el derecho de entender las consecuencias de lo que está pasando para después votar por las opciones políticas que tengan en cuenta el cuidado de la biodiversidad como un factor clave del desarrollo social y económico.

Creo que hace falta mucha más educación para mantener una sociedad informada. Los ciudadanos tenemos el derecho a estar educados para tomar decisiones basadas en la ciencia. Habrá gente más conservadora o más progresista, pero todos debemos tener la posibilidad de conocer cómo funciona el planeta y la biodiversidad y cómo funciona la ciencia. Aquí en Dinamarca, por ejemplo, estamos colaborando con el Gobierno para preparar a los profesores para que en un par de años se implanten enseñanzas de biodiversidad en los institutos.

Suena bien.

Claro, pero luego ves que hay sitios en Estados Unidos donde ya no se enseña la teoría de la evolución. Eso no es un ataque contra la teoría de Darwin, es un ataque contra el método científico. Y lo estamos viendo cada vez más en todo el mundo. Los ciudadanos tenemos derecho a conocer cómo funciona la ciencia para poder distinguir entre las opiniones y los hechos científicos.

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COMENTARIOS

  1. Gracias por compartir
    Y explicar tan claro para las personas que no entendemos de ciencia pero nos preocupa hacia donde va el planeta y lo poco que les interesa a quienes nos gobiernan si los ciudadanos estamos informados tomaremos mejores decisiones .

  2. Si, David, tenemos el derecho a estar educados pero también la obligación de estar informados. Tiene que haber una disposición activa de búsqueda de información contrastada y veraz por parte de la ciudadanía. Y convertir la prensa en un medio no sólo informativo, sino también un lugar de debate.
    Un saludo desde Madrid
    Antonio G Valdecasas

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